En una esquina de barrio del Gran Buenos Aires, en los carnavales de 1958, cuatro amigos de 10 años juegan en la vereda. Rubén (Talo Silveyra) es un chico tímido, introvertido e imaginativo, objeto de burla por sus lentes y debilidades físicas. Transita su pre adolescencia buscando animarse, y encontrará la fortaleza en su imaginación, refugiándose en Misterix, su alter ego. Así será un héroe de época valiente, que debe luchar contra peligrosos villanos, que no son más que sus compañeros de juego, quienes cambian de roles según el propio punto de vista que Rubén tenga de Chiche (Esteban Coletti), Titi (Tamara Garzón) o de Myriam (Inés Palombo) en cada momento.
Rubén, o Misterix, «lucha» por imponerse en un mundo que no perdona flaquezas, en un lugar dónde las fantasías se cruzan con los deseos, la amistad es un valor que muchas veces pende de un hilo, y el paso a la adultez, de un par de pantalones largos.
Un texto que a pesar de los años, su autor Mauricio Kartun lo escribió en 1980, permanece igual de vigente que en aquel entonces. Porque los sentimientos y las situaciones vividas por el protagonista en ese paso a la adolescencia son atemporales. Porque “Chau, Misterix” es la historia de un paso, el cambio de una etapa, del dolor de crecer, y de la búsqueda de refugio ante ello.
Y entre ese mundo de fantasía creado por Rubén y la realidad de sus días, es donde los actores encarnan un doble rol, y lo resuelven con talento, lo que habla de la versatilidad de este joven elenco. Porque está lo presente, pero también ese mundo inventado, donde bien resuelto a través de un panel de fondo con viñetas de historietas, los personajes se mueven con gracia como parte de un comic. Así demuestran un gran trabajo de corporalidad.
Dirigida por Virginia Lombardo, esta versión también recrea la verosimilitud con música y vestuario, el espacio y tiempo de aquel carnaval de fines de los ´50, que nos invitan a transportarnos a esa década en situaciones y elementos.
Humor y dolor, nostalgia y emoción, una mezcla de sentimientos que el espectador recorrerá, acompañando a estos cuatros amigos en su pubertad. Ese pasaje que vivimos, y padecimos todos, y que después de ver la obra, recordaremos una vez más