El tradicional espacio festeja su primera década, una de las más importantes salas porteñas que supo sobrevivir a los años de la dictadura militar y que siempre ofrece al espectador originales propuestas. Su director fue entrevistado por Télam.
“Tener un teatro es tener el teléfono abierto 24×24, es un reloj que no para, por eso siempre cito una frase de Carlitos Rottemberg que dice que ‘los empresarios de teatro somos teatristas, no empresarios de teatro porque no hay números fríos que cierren”, dice Blutrach sentado frente al escritorio que tiene en el primer piso de su sala, ubicada en el Pasaje Santos Discépolo 1875.
En su historia personal, el Picadero fue el corolario de un largo camino que inició a fines de los 80 como productor de éxitos teatrales en España, que siguió como coordinador de salas en Buenos Aires y que en 2012 se materializó como el deseo de gestionar un espacio propio.
“En ese momento trabajaba mucho con Daniel Veronese y estábamos buscando un galpón para un teatro independiente. Cuando vine a ver El Picadero, que estaba en venta, yo me enganché pero Daniel me dijo que era demasiado grande así que seguí solo”, recuerda.
El lugar, que primero fue una fábrica de bujías, se convirtió a fines de los 70 en una sala impulsada por Guadalupe Noble junto a Antonio Mónaco que apuntaba a romper con el modelo clásico y que abrió sus puertas en julio de 1980. Un año después fue seleccionado para representar el ciclo Teatro Abierto, pero la respuesta del gobierno de facto fueron bombas de magnesio que lo destruyeron por completo.
Treinta años después, en los que funcionó como depósito, volvió a abrir como teatro en 2001 pero por la crisis volvió a cerrar un año después.
“Es un teatro mítico más que histórico porque resuena en el inconsciente de la comunidad teatral por ser la sede de Teatro Abierto, que fue el movimiento de resistencia cultural más fuerte que hubo contra la dictadura militar, pero no tenía historia como teatro en funcionamiento”, explica.
“Lo lindo de esa historia -agrega- es que la plata que hizo que se reabriera El Picadero vino de éxitos teatrales y no de otros negocios: la plata del teatro vuelve al teatro. Mis sponsors no son bancos sino ‘El método Grönholm’, ‘Gorda’, ‘Dos menos’, ‘Toc, toc’ entre otros éxitos”.